29 agosto 2016

Mi cuervo favorito

De entre todas las aves, hay una que ha llamado mi atención:

Tiene una risa estrepitosa que contagia a aquel que esté a su alrededor. Si la miras a los ojos es inevitable que te sumerjas en un suave vacío y vas cayendo dormido cobijado por un destello de luz.

Los domingos se le puede encontrar en lo profundo del bosque coqueteándole a la muerte. Le explica que aún no puede irse pues es maestra de un montón de almas lozanas, ávidas de conocimiento y con poco control.  La reina del inframundo queda embelesada por la franqueza de su alada amiga, se acomoda su elegante traje sastre y no hace más que agachar la cabeza para pedirle que le cuente un cuento, una historia fallida de amor.

Al terminar el relato,  el ave toma sus pinceles más bonitos y se encarga de pintar de negro el cielo cuando el sol ya sucumbió.

Se trata de mi cuervo favorito, a veces triste, a veces inquieto. Es tan bueno que da posada en su hogar a otras aves desvalidas pero está agotado y ya no puede, sólo quiere descansar. Mientras encuentra la solución, se alivia dibujando autorretratos y personajes misteriosos del más allá.

Sí, mi cuervo favorito, tan grandioso como siniestro. Me gusta admirarlo desde lejos para no interrumpir su actividad pero él no sabe que siempre le pienso, le respeto y si me permite acercarme le tomo entre mis manos y lo llevo junto a mi corazón, con cada caricia a su brillante plumaje le digo lo mucho que lo cuido, lo mucho que le quiero.

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