01 agosto 2010

La mujer de los hongos

Desde San Pedro (aquel pueblito que se encuentra a las faldas de Don Goyo) baja una mujer del color de la tierra, de grandes ojos oscuros y una larga cabellera trenzada.

Trae bien amarrada en su rebozo azul a su retoño, la pequeña Yamilet de 5 meses de edad y en una canasta guarda el preciado tesoro que sólo da en estas épocas del año.

Al verlos no lo podía creer, jamás en mi vida había tenido en mis manos hongos tan grandes, parecían haber salido de mi libro de Hadas y es que a veces damos por hecho que lo que conocemos es todo (y sólo) lo que existe pero no es así.

La mujer me permite tomar en mis brazos a su risueña hija para que ella pueda despacharme los seres de sombreros cafes: clavitos, panzas, mazayel, escobetilla, ahuevado. No me deja regatear. Me platica que se levanta muy temprano y alista a Yamilet para irse juntas al monte, se adentran solas a los lugares más ocultos donde crecen los habitantes del reino fungi, los corta cuidadosamente, se da un espacio para darle pecho a la pequeña y posteriormente continúa con su labor ancestral.

- Nos vemos la semana que viene- me dice.

Y se aleja por empolvado camino, con paso lento...pausado.


::: De vez en cuando deberíamos darnos la oportunidad de salir de la ciudad y probar lo natural, lo que el asfalto no te da. huele...mira...prueba...toca y siente...siente al natural.

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